A veces mentía
casi siempre
y le resbalaban las cosas.
Tenía además
un lenguaje maestro
y un corazón precipicio.
Con ella vivía una liebre
y para soñar inhalaba
una rosa.
Del amor creía
que usaba sombrero
y que era el dios
de los muertos.
Así y todo vivía escondida
entre libros de magia
y lo que más le gustaba
eran las dilaciones.
Nunca había besado
pero igual se pintaba la boca
y con un dedo
empapaba su sexo.
No era mansa
más bien invocaba suplicios.
Y eso que era solo
una niña asustada
ocultando su rostro
en mi pecho.
Mauricio Escribano
Imagen Laura Makabresku
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